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Las religiones todas tienen buenos fines de paz, esperanza, superación humana, energías para la vida.

Racismo también es el pánico hacia los Cultos Afro

Escrito por: Susana Andrade

El repudio social expresado como temor irracional al afroumbandismo presente en la sociedad, es una perversa forma de discriminación racial por la asociación al mal que sufren las costumbres rituales afroindígenas, estereotipo históricamente instalado en los territorios colonizados como máxima forma de desprecio hacia lo sagrado afro.

Esa reacción emocional de espanto ante cualquier expresión de ritos afro, es una forma de racismo estructural proveniente de la ideología eurocéntrica, catolizada y excluyente, que demonizó las creencias espirituales de los pueblos esclavizados indígenas y africanos, víctimas del despojo total de su cultura y bienes, por la violencia racial depredadora del imperialismo europeo homicida del siglo XV en adelante.

Increíblemente, aún hay miedo a los Cultos Afro y a Umbanda en las sociedades modernas. Ojo que no es respeto. Es odio alimentado de ideologías supremacistas que nos empujan a la soledad. Al temernos nos ofenden pues nos presuponen cosa dañina, maldita, contagiante, con estatus de enfermedad repulsiva, plaga o putrefacción social. Algo que mejor ni tener cerca porque contamina. Así lo sienten algunas personas a las que el “imaginario social” o la costumbre pre conceptuosa condenatoria de la diversidad de piel oscura y sus ritos adiestró a reaccionar así, y ni se lo cuestionan.

Para colmo de males hace décadas que los falsos pastores televisivos estilo Pare de Sufrir, se empeñan en dedicar sus prédicas a vencer los demonios que según ellos son nuestras entidades veneradas; Orixás, Caboclos, Sereias, Exus, Pombagiras y más.

Si en las escuelas al menos se hablara de las diferentes religiones, en aplicación de una laicidad informativa y plural como lo dice la ley de Educación Pública en su artículo 17, enseñando las creencias como hechos sociales, tal vez no pasaría esto o fuera cediendo poco a poco la ignorancia que hace discriminar y al fin cometer delitos. Porque el racismo es delito.

Es verdaderamente increíble que un oscurantismo salvaje -en una sociedad que se precia de sus avances tecnológicos y conocimientos científicos- todavía reprima lo diferente e impida formar cabezas en equidad social, haciendo trizas los derechos humanos fundamentales de las personas, censurando sin razones toda capacidad de diálogo, acercamiento pedagógico e intercambio para ampliar los conocimientos que nos hagan más libres y menos propensos a juzgar sin saber de qué estamos hablando.

Incluso después de explicarles el origen del falso concepto y que no tenemos una encarnación del mal tipo “diablo” en los cultos afro, muchas veces te siguen preguntando así con caras pícaras como diciendo “te descubrí”, algo parecido a… “Dale… una parte de ustedes hace daño ¿verdad? La kimbanda y eso…”. ¡Muy desagradable!

Últimamente les contestamos con un ejemplo tan incómodo como gráfico porque hace sentir igual de mal que nos sentimos cuando nos agreden con esa preguntita reiterada e hiriente a ver si entienden. Es como si se le preguntara a un cura “¿Vos sos de los pedófilos? ¿De los abusadores de menores sos?”. Sería feo ¿verdad? Para la grey católica. Lo es también para la comunidad religiosa afroumbandista cuando reiteradamente nos preguntan si hacemos daño o magia negra, que dicho sea de paso no sabemos ni qué es.

Las religiones todas tienen buenos fines de paz, esperanza, superación humana, energías para la vida. La nuestra basada en las Fuerzas de la Naturaleza y los Espíritus de Luz, también. Estamos frente a otra forma cruel de discriminación naturalizada derivada del racismo sistémico y centenario, que se alimenta de estas mefistofélicas estratagemas de acción cotidiana que se reproducen hasta el cansancio desde hace más de quinientos años y por lo visto nos sobrevivirán si no las combatimos, tal vez aunque lo hagamos. Tanto es el daño.

Tres episodios de tantos, que me causan cierta vergüenza ajena, ilustran la gravedad de lo que decimos y los voy a relatar brevemente:

1) Tuvimos el gusto de recibir en nuestro humilde templo, la visita de una delegación de estudios sociales de un instituto cultural montevideano, cuyos cursos incluyen la materia diversidad religiosa y por eso van a distintos centros de culto. Una persona -mujer joven nos dijeron, adulta- no quiso bajar del auto ni entrar a nuestro templo ¡POR MIEDO! y así lo manifestó a su docente.

2) Una paciente de consulta espiritual acudió a mí asistida por un familiar y medrada en su salud emocional. Se alivió mucho y estaba agradecida. Dejó de asistir y luego de unos meses recayó por exceso de fármacos siquiátricos y se dirigió a consultar conmigo nuevamente, alentada otra vez por su familia. Sin embargo antes de entrar se arrepintió y nos pedía por favor para irse, rogando desesperada que no me enojara ni le fuera a hacer nada malo a su hijo y a su esposo si se iba.

3) Mi cuñada quería adoptar un animalito doméstico carente de hogar y se dirigió a una persona que los recogía, atendía y colocaba en manos de quien los quisiera. Esta persona le dijo que mejor dejara pasar el 2 de febrero ya que tenía a los gatos encerrados porque en Iemanjá; según ella; “los umbandistas se roban los gatos para matarlos”.

Sin más comentarios. Comparto estas vivencias, para reflexionar en colectivo porque esto trasciende mi capacidad de asombro y también; no puedo evitarlo; me estruja el corazón y otras vísceras.

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