Uruguay y África: de la omisión histórica a una alianza estratégica pendiente
Por: Romero Rodríguez
Cada mes de julio, Uruguay conmemora el Mes de la Afrodescendencia, un logro impulsado por la lucha del movimiento afro y por compromisos internacionales asumidos en la Conferencia de Durban. Sin embargo, año tras año, persiste una carencia estructural: la ausencia casi total de referencias, políticas o actividades que reconozcan a África, no solo como origen, sino como actor político actual y socio estratégico para el país. Esta omisión no es meramente simbólica: tiene implicancias culturales, económicas y geopolíticas. Refleja la falta de una estrategia de integración Sur-Sur que Uruguay aún no ha sabido capitalizar, a pesar de haber tenido avances concretos durante el gobierno de José Mujica.
En los discursos institucionales y las agendas oficiales del Mes de la Afrodescendencia —ya sea desde el Ministerio de Educación y Cultura, el MIDES, ANEP o el Ministerio de Relaciones Exteriores— África se presenta como un pasado remoto, vinculado a la esclavitud, pero nunca como un presente ni un futuro. Se ignora, por ejemplo, que Uruguay forma parte de la Sexta Región de la Unión Africana, categoría reconocida para los pueblos afrodescendientes de la diáspora. No se articulan relaciones con las embajadas africanas en la región ni con organismos continentales. Esta omisión invisibiliza parte de la identidad afrodescendiente y desperdicia oportunidades concretas de articulación internacional, en momentos en que África amplía su gravitación geopolítica, especialmente a través del BRICS y otros espacios multilaterales emergentes.
El legado olvidado del gobierno de Mujica
Durante el gobierno de José Mujica (2010-2015), Uruguay dio pasos serios hacia un acercamiento con África. Se impulsaron misiones comerciales, acuerdos de cooperación y vínculos diplomáticos con países como Sudáfrica, Nigeria, Angola y Ghana. Incluso se estableció una agregaduría comercial en Sudáfrica y se exploraron alianzas en organismos multilaterales.
Uno de los gestos más relevantes fue el reconocimiento explícito de Uruguay como parte de la Sexta Región africana, con una intención clara de avanzar hacia intercambios educativos, culturales y económicos. Se promovió la enseñanza de historia africana en el sistema educativo y se ensayaron diálogos intercontinentales sobre temas clave como energía, soberanía alimentaria y tecnologías aplicadas a la agricultura.
Sin embargo, muchas de esas iniciativas se desactivaron con los cambios de gobierno. Actualmente no hay una política exterior activa hacia África. No se ha consolidado una estrategia institucional de cooperación ni desde la Cancillería ni desde el Ministerio de Industria, y el continente africano ha dejado de figurar en la agenda internacional del país. Esta desconexión demuestra cómo el enfoque étnico-racial sigue muchas veces reducido a lo simbólico, sin traducirse en agendas concretas.
África hoy: potencia joven, aliada estratégica
En un mundo que se redefine desde el Sur Global, África es una región central. Se proyecta que para 2050 más del 25 % de la población mundial será africana. El continente cuenta con recursos naturales estratégicos, economías emergentes, alta tasa de innovación comunitaria y una juventud que transforma industrias, saberes y modelos de desarrollo.
Uruguay, pese a su escala, goza de buena reputación internacional y podría desempeñar un papel singular en el relacionamiento con África. Existen amplias posibilidades de cooperación en soberanía alimentaria, agroecología, salud pública, industrias culturales, formación técnica, energías renovables y derechos humanos. Nuestro país tiene experiencia para compartir en políticas sociales y gestión ambiental, al tiempo que podría nutrirse de la innovación social y tecnológica de los países africanos.
Además, fortalecer estos vínculos permitiría a Uruguay diversificar su inserción internacional, con mayor autonomía y desde una lógica Sur-Sur coherente con sus mejores tradiciones diplomáticas. La creciente gravitación de países africanos como Sudáfrica, Etiopía o Egipto en el BRICS refuerza esta oportunidad.
Recuperar una visión afrodescendiente-africana como política de Estado
Reincorporar a África en el horizonte político, educativo y cultural del país no es un acto de reparación simbólica, sino una necesidad estratégica. Uruguay debe entender que la afrodescendencia no se limita al dolor de la esclavitud ni al tambor en el desfile. Es también presente, futuro y pertenencia identitaria a un continente vivo, dinámico y en transformación.
En ese sentido, es necesario reconocer el reciente Acuerdo sobre Cooperación Cultural firmado entre Uruguay y la República Democrática del Congo. El convenio establece líneas prioritarias como el intercambio de artistas, educadores y gestores culturales; la realización de proyectos conjuntos para valorizar el patrimonio cultural; y la organización compartida de eventos, talleres y actividades itinerantes. Se trata de un paso importante, pero que debe ser el inicio de una política sostenida.
Para avanzar, Uruguay necesita profundizar la relación con los países de la diáspora África y el Caribe en Cancillería, establecer un fondo de cooperación cultural, crear becas recíprocas, promover hermanamientos entre ciudades y consolidar espacios de diálogo político, económico y académico.
No alcanza con visibilizar lo afro en julio. Se trata de construir una política de Estado que entienda que el destino de los pueblos afrodescendientes está profundamente ligado al destino de África. Retomar esa conexión no solo es una deuda histórica: es una posibilidad transformadora para Uruguay en el siglo XXI.
Romero Rodríguez: histórico activista afrouruguayo por los derechos humanos, con trayectoria local e internacional. Fue asesor presidencial y embajador itinerante para África y su diáspora. Referente de Mundo Afro.