La cultura de matriz africana frente al muro del racismo estructural
Por: Jeannine Vera
Hoy no voy a hablar de “laicidad”, porque con eso nos quieren entretener. Hoy voy a incomodar como siempre, hablando del racismo histórico y estructural que sufre la diáspora africana, las y los afrodescendientes, desde la época de la colonización, la trata transatlántica y hasta nuestros días.
El racismo estructural es un sistema de desigualdad que se encuentra instalado en la sociedad y en las instituciones sociales, políticas, económicas y culturales. Opera de manera colectiva, histórica y normalizada, y está organizado en las estructuras del poder y del Estado: educación, salud, justicia, vivienda, medios de comunicación. Se reproduce constantemente y se sostiene en reglas, prácticas y tradiciones heredadas del colonialismo. No se mantiene por el odio individual, sino por la comodidad del privilegio, la ignorancia cultural y el miedo al cambio.
Sabemos que el racismo estructural está presente cuando se invisibiliza el aporte histórico de las civilizaciones africanas, cuando se perpetúa y deslegitima la contribución de las personas africanas esclavizadas y de sus descendientes a la construcción de nuestro país, o cuando se niega el acervo cultural de matriz africana, minimizando o rechazando su valor y su influencia en la historia, el arte, la música, la gastronomía y otros aspectos de la sociedad. También se evidencia cuando se desvalorizan expresiones culturales, menospreciando la música, la danza, la literatura o la gastronomía de origen africano, considerándolas inferiores o poco relevantes en comparación con las culturas europeas o eurocéntricas.
Los datos del último censo confirman esta realidad: el 10,6% de la población uruguaya es afrodescendiente; el 28,7% de esa población vive bajo la línea de pobreza; el 20% de las mujeres afrodescendientes son pobres y el 46% de los niños afrodescendientes menores de seis años también lo son. El racismo estructural se hace visible cuando incomodamos con nuestra cultura de matriz africana, con una mujer afro cantando, un tambor, un adge y dos varones afro vestidos de blanco. Se hace visible cuando ocupamos espacios históricamente reservados para el hombre blanco.